Entrevista a un Isleño
A las 08:15 hs. estábamos listos esperando el transporte que nos llevaría a recorrer nuestra querida ciudad. Mochila puesta, hoja blanca, lápiz en mano y allá fuimos. A pocas cuadras de haber salido se sentía la ansiedad de llegar al momento del pic - nic. A cada rato se escuchaba “falta mucho para comer”, “me duele la panza seño”. Frases así, eran frecuentes.
Mientras tanto, durante el recorrido, se hicieron observaciones, tomaron apuntes, se comentaba sobre las diferencias de la vida de antes con la actualidad; nombres de calles, construcciones abandonadas, fábricas que funcionan actualmente y edificios de servicios públicos o privados. Curiosidad, asombro, sonrisas se observaban en sus rostros.
Llegó el final del paseo, la parte que mejor salió, el momento más emotivo que tuvimos. El pic- nic no lo fue, claro que no. Luego de haber compartido un rico momento, las maestras nos llevaron a mirar los ranchos que se veían frente al arroyo Yaguarón. Cruzamos la calle que nos separaba de la costa. Todos con las panzas llenas, algo intrigados por ver aquello que conocíamos pero que en verdad, nos faltaba observar bien. A lo lejos observamos un hombre sentado en su silla mirándonos con atención, como nosotros a él. Las docentes golpearon las manos para llamarlo, como lo hace cualquier vecino que llama al otro.
Un ser tan agradable, sincero y buena gente que nos enseñó a valorar lo que tenemos. La posibilidad de poder estudiar y tener la base hacia un futuro mejor, que él no ha podido tener.
La despedida fue rápida, brusca pero llenos de emoción retornamos a la escuela.El transporte nos esperaba, pero ¡Cuántas ganas de seguir escuchándolo! Quizás algún día nos volveremos a encontrar por la costanera de nuestra queridísima ciudad.
ALUMNOS Y DOCENTES DE CUARTO AÑO
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